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¿Cómo sabemos que Cristo realmente resucitó de los muertos?

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Mosaic of Christ at Tomb
Mosaico, llevar a Cristo a la tumba después de la crucifixión

La resurrección corporal de Jesucristo de los muertos es el hecho central de la fe cristiana. Como Pablo escribió: "Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados" (I Corintios 15:17).

La estructura total del cristianismo - y de hecho de cualquier esperanza de vida eterna y de cualquier significado de la existencia humana - se mantiene o se derrumba con la resurrección de Cristo.

La muerte es el mayor enemigo del hombre, y todo hombre, no importa qué tan grandioso sea, eventualmente muere. Todo el mundo - físico, biológico y social - está bajo el reino de la muerte impuesto por el castigo de Dios sobre el dominio del hombre cuando éste rechazó la palabra de Dios y trajo el pecado al mundo (Génesis 3:17). Pero Jesucristo, el eterno Hijo de Dios y el Redentor prometido al mundo, ha conquistado la muerte, llevando el castigo Él Mismo (Gálatas 3:13) abriendo así el camino a Dios y la vida eterna.

El hecho de Su resurrección es el evento más importante de la historia y por lo tanto, propiamente, el hecho más cierto de toda la historia. Es sustentado por una variedad de testimonios y de otra evidencia más amplia que la de cualquier otro evento histórico que ha tenido lugar desde el inicio del mundo. Es por lo tanto, mandatorio que cada individuo encare el asunto de las demandas que Cristo hace de su vida y su servicio.

El mismo hecho del cristianismo es de por sí una prueba. La predicación de los apóstoles (vea Hechos 2:22-36; 3:14-15; 4:10-12; 10:36-43; 13:26-39; 17:31; 26:22, 23; etc.) siempre estuvo centrada en la resurrección. "Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús (Hechos 4:33) y ese fue el mensaje que ganó a miles a la fe en Cristo y en efecto, como alegaban sus enemigos, "trastornó al mundo entero" (Hechos 17:6). Los primeros cristianos fueron judíos devotos acostumbrados a adorar al Señor fielmente el séptimo día de la semana, pero ahora ellos comenzaron, en cambio, a reunirse el primer día porque ese fue el día de la resurrección. De forma similar, la mayor celebración anual era la Pascua, pero pronto esta se tornó en el Día de Resurrección para ellos cuando se dieron cuenta de que Cristo había cumplido la Pascua muriendo como el Cordero de Dios y luego resucitando de entre los muertos. A estas instituciones - la celebración del día del Señor y del Día de Resurrección, como también la Cena del Señor y aun hasta la misma Iglesia Cristiana - se les puede relacionar directamente con el período apostólico y solo el hecho de la resurrección puede dar cuenta de ellas.

No cabe duda de que los apóstoles y los cristianos primitivos, por decenas de miles, creyeron y predicaron la resurrección. ¿Es posible que hayan estado equivocados y que su fe estuviera basada en algún engaño malicioso o ciego fanatismo?

Ciertamente ellos tenían toda la razón para considerar esta posibilidad. La mayoría de ellos sufrieron severamente por causa de su fe, perdiendo sus posesiones y frecuentemente sus vidas en las grandes persecuciones judía y romana del primer siglo. Difícilmente hubiesen persistido en su testimonio al menos que hubiesen estado firmemente persuadidos, tras un minucioso análisis de todos los hechos, de que su Salvador había conquistado la muerte.

Claro que ellos tenían el testimonio de los apóstoles y también de "más de quinientos hermanos a la vez" (1 Corintios 15:6), quienes todos ellos habían visto al Señor Jesús después de Su resurrección y estaban convencidos de que su testimonio era cierto.

Algunos han sugerido que estas apariciones postresurreccionales de Cristo fueron solamente visiones o alucinaciones, o quizás un caso de identidad equivocada. Pero las visiones y las alucinaciones no ocurren así repetidamente a individuos y a grupos a puerta cerrada y al aire libre. Y definitivamente los discípulos podían reconocer a Aquel que había estado con ellos todos los días por más de tres años.

De hecho, cuando lo vieron en el aposento alto después de la resurrección, ellos mismos primero "pensaban que veían un espíritu" (Lucas 24:37). Pero luego, Él los invitó a que lo tocaran y especialmente a que vieran las cicatrices de los clavos en Sus manos y piés. Luego, Él cenó con ellos y ya no podían tener duda alguna de que era Jesús Mismo, en Su mismo cuerpo, como siempre lo habían conocido.

Algunos han sugerido que Él nunca murió realmente sino que solo se desmayó en la cruz, ilustrando así los extremos absurdos a los que el hombre llega para no tener que encarar los hechos. Los soldados romanos lo declararon muerto, la mezcla de sangre y agua había brotado de la herida en Su costado, Él fue envuelto bajo el gran peso de lienzos sepulturales, y fue sellado en una tumba por tres días. Un Jesús gravemente herido y debilitado, casi muerto, nunca pudiese haber inspirado a Sus discípulos a las cimas de coraje y de poder que pronto ellos comenzaron a manifestar. Aun si Él solo se hubiese desvanecido en la cruz, debe haberse muerto poco después como un líder derrotado e impotente.

Además de las diez o más apariciones postresurreccionales del Señor, está la evidencia de la tumba vacía. La tumba había sido sellada con el sello romano y era custodiada, bajo pena de muerte, por un destacamento de soldados romanos y una gran piedra fue colocada a la entrada. Con todo y eso, en la mañana de aquel primer Domingo de Resurrección, los soldados huyeron atemorizados cuando un poderoso ángel corrió la piedra y el cuerpo desapareció de la tumba dejando los lienzos como habían estado antes de que Él pasara a través de ellos.

La tumba vacía nunca ha tenido otra explicación, excepto la de la resurrección corporal. Si el cuerpo estuviese aún allí, o en cualquier otro lugar de acceso a los judíos o a los romanos, ciertamente ellos lo hubiesen presentado como una forma segura de apagar de inmediato el fuego de la fe cristiana que comenzaba a regarse. Si los apóstoles u otros amigos de Jesús de alguna manera hubiesen obtenido el cuerpo, y por tanto, sabido que Él estaba muerto, nunca hubiesen podido predicar Su resurrección como lo hicieron, sabiendo que eso significaba para ellos persecución segura y posiblemente la muerte. ¡Ninguna persona sacrificaría su vida voluntariamente por algo que sabe que es mentira!

Así que, tenemos el testimonio cierto de la tumba vacía y las muchas apariciones de Cristo después de Su resurrección, que además son sustentadas por la enseñanza uniforme de las Escrituras, las innumerables referencias a ella en la literatura extrabíblica de los cristianos primitivos, las instituciones de la Iglesia, el Día del Señor y el Día de Resurrección, las promesas y las profecías del Antiguo Testamento, como también la necesidad real de darle significado auténtico y confianza a la vida humana, todo como prueba del hecho de la resurrección corporal de Cristo de entre los muertos.

¡No hay otro hecho histórico sustentado por tal cantidad de evidencia como éste! Y la evidencia final es la realidad experimental de la salvación y la vida eterna disfrutadas por todo aquel que ha puesto su fe personal en el Cristo viviente.

"Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo" (Romanos 10:9).

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Extracto de The Bible Has the Answer (La Biblia Tiene la Respuesta), por Henry Morris y Martín Clark, publicado por Master Books, 1987

Traducido al español por Edgar Serrano.

Suplido por Films for Christ con autorización de Master Books.

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